"LA FALLA"
Aquella famosa frase de Tomas
Hobbes "El hombre es el lobo del hombre", que pretendió
ser el adalid esencial de los pactos sociales... Aquella división Rusoniana
de los poderes para contener al Estado, jamás contemplaron, en realidad,
"La Falla", "El Monstruo", esa tercer persona subrepticia
que detentaría el poder.
No hablo de las mafias o de
todos aquellos submundos que recrea toda organización en sus fallas. Hablo,
precisamente, de "La Falla". El verdadero monstruo, la sombra
del Estado, que sólo es avizorada por algunos artistas. Tuvieron que pasar
varias décadas para que todos nos convenciéramos de que el asesinato de
Kennedy fue perpetrado por "La Falla" o "El Monstruo"
que convive con las instituciones en Estados Unidos. Hoy, el gobierno
de los norteamericanos, en cabeza de un presidente dudosamente elegido,
cuyo rol de jefe de estado solo pudo encontrar legitimidad jurídica luego
de un controvertido fallo de la Corte de ese país, legitima ahora socialmente
su mandato luego del atentado terrorista más grande de la historia de
Estados Unidos. No es casualidad que los terroristas que perpetraron el
atentado del 11 de septiembre residieran en EE.UU., como tampoco es casualidad
que se hayan capacitado allí para llevar a cabo esa innegable Tarea de
Estado.
Nada me hace suponer que los
servicios de inteligencia de EE.UU. no estaban al tanto de cada una de
las etapas de ese plan siniestro y solo deberían dejar que ocurra. Las
posteriores acciones bélicas en Afganistán contra un gobierno que era
renuente de negociar sus recursos naturales hidrocarburíferos y el engrosamiento
del presupuesto del Estado para la defensa, una vez más, vitalizaron una
carrera armamentística patrocinada por los grandes capitales que generan
la producción de armas en el país más poderoso del mundo. Aquellas políticas
y anhelos de desarme que comenzaron a semblarse en el mundo, y que, otra
vez el "warrior", intentó mitigar con la guerra fría, ahora
comienzan a disolverse en la obsolescencia.
La pugna del gobierno del país
del norte por que se signen los tratados antimisilísticos; aquella lícita
expectativa beligerante en contra del terrorismo, pretende lograr un consenso
mundial contra el aniquilamiento de los detractores de un sistema que
se devora a sí mismo.
Como si los lobos de Hobbes
se hubieran escapado de aquella diseñada contención social para ocupar
ellos mismos el rol de su teórico continente: El Estado. Aquellos lobos
son prófugos del sistema en su misma concepción: Ellos son "La Falla",
son el propio Estado y no tienen ningún mecanismo de contención que los
gobierne. Y no lo va a haber, mientras ellos, en su individualidad, sean
más fuertes que el resto de las naciones en su conjunto.
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