ELECCIONES
2003
Cuentan
muchos historiadores que, cuando se estaba diseñando nuestra
Nación, antes de 1853, algunas voces progresistas de la época,
avizoraban la posibilidad de que Argentina sea una Monarquía
Constitucional. En tal sentido, Belgrano, tenía la convicción
fundada de que debía llamarse, o a un Borbón de España
o a un Inca del Perú y proclamarlo Rey. Proponía ello
en el convencimiento de que la idiosincrasia del pueblo argentino era
monárquica.
A medida que transcurrió la historia, se observó que,
si era cierto aquél anhelo monárquico atesorado en el
inconciente colectivo del pueblo argentino; el caudillismo, el presidencialismo
y... en fin, la necesidad inescindible de la figura de un líder
salvador y motor de los cambios, fue, sin lugar a dudas, la evidente
manifestación de aquél trauma.
A esta altura del partido, poco sirve concretar si éramos o no
monárquicos en nuestro inconciente y si nuestra conducta cívica
(presidencialista) era producto de aquél trauma de identidad
de nuestra infancia como nación. Lo que sí me parece oportuno
rescatar de esta observación, es, en rigor de verdad, la posibilidad
inédita que tiene nuestra Nación de redefinir aquél
proyecto que, en aquél entonces, sólo era patrimonio de
los intelectuales.
Este intento de redefinir nuestro esquema político e institucional
no nace con las cacerolas, sino con el afianzamiento definitivo de la
democracia luego de la última dictadura. Acaso, y digo acaso...
haya sido el Pacto de Olivos y la Reforma de la Constitución
de 1994 el paso institucional más cercano a esta redefinición
de la que vengo hablando. Explicaré por qué: La idea de
atenuar el presidencialismo fue uno de los puntos nodales de la reforma
constitucional. La creación de la figura del Jefe de Gabinete
en un capítulo aparte de la Constitución, cuyas atribuciones
pueden leerse como análogas a las del presidente de la nación:
"Ejercer la Jefatura de la Administración Pública"
parecían indicar que el caudillo iba a desaparecer. Pero claro,
estamos en argentina -recordemos el viejo trauma- ¿Cómo
va a desaparecer? Pero hay otra pregunta ¿Por qué tiene
que desaparecer? Si el pueblo argentino quiere tener un líder
y ser su rebaño... que lo sea; los Españoles también
lo hacen... En forma simbólica, claro está. El Rey les
da estabilidad institucional. Lo que yo, modestamente alguna vez propuse,
es que la figura del Presidente de la nación, también
fuera simbólica. Es decir, si la gente quería elegir un
líder o caudillo y de esa manera sentirse resguardado... que
lo hiciera, es algo menos aburrido que un Rey. En aquél entonces
se me había ocurrido que el ejercicio de la administración
pública, podía ser realizado por el Jefe de Gabinete,
es decir, por el primer ministro. Y que este sea elegido -también-
democráticamente. Avizoré esta idea, en su momento, en
el convencimiento de que la argentina no podía sufrir más
el desgaste de sus instituciones en forma paralela al desgaste de su
presidente, que -al fin de cuentas- no es más que un funcionario
que ejerce la administración. Pensaba que lo ideal sería
que el presidente fuera alguien que el pueblo amara -como a un rey-
y que no se desgaste, porque es nuestro símbolo. Como todo símbolo,
también puede estimular a la gente para que revoque los mandatos
de los funcionarios -Jefe de Gabinete incluido- que no representen los
intereses de su nación. Esta idea que desarrollé hace
un tiempo, ahora parece haber sido superada por la realidad. Todo parece
indicar que el próximo 25 de Mayo, el nuevo presidente será
el actual Gobernador de Santa Cruz, y que "el caudillo" Menem,
aquél especie de monarca que reinó durante una década,
va a ser el gran perdedor. A simple vista, todo parece indicar que los
argentinos no van a elegir su presidente en un gesto de amor, sino de
odio. No obstante ello, si nos acercamos a ver mejor este asunto, es
increíble pero, la superación de ese trauma -la necesidad
de un líder- al fin de cuentas, parece que es un resultado más
práctico que pasional. Los dos candidatos presidenciables van
a una segunda vuelta con un porcentaje muy pobre de votos, ninguno de
ellos siquiera logró llegar al 25%. Ello indica que ninguno es
representativo, pero es lo que hay, y tendremos que elegir. En mi posición
personal, creo que no me queda otra que ser practico: La utilización
del aparato político del presidente interino Duhalde, por parte
de uno de los candidatos, para poder vencer al gran caudillo riojano
en estas elecciones, es una expresión de ese gesto. A la luz
de los hechos, quizás no sea necesario diseñar un nuevo
sistema para que un desgaste del presidente signifique necesariamente
un desgaste de las instituciones en general; la gente en esta ocasión
no va a votar a un líder, sino a un funcionario, a una persona
que ejerza la administración pública. Sería bueno
que la figura de los líderes políticos se disolviera en
el ejercicio de la administración, de esa manera el ejercicio
de la democracia no estaría atrapado en el esquema de los aparatos
políticos, y se desenvolvería con un mayor margen de opciones.
Sería más pluralista.
LUIS
VIRGILIO.
28/04/03
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