La crisis
en Medio Oriente parece una llama que crece y crece y que no está
dispuesta a apagarse hasta que no haya más que consumir. Esa llama
se alimenta del odio, y el odio es un combustible tan volátil que
se incendia ante una mínima chispa. Hoy se puede leer en todos los
diarios del mundo que la agrupación terrorista Al Qaeda, a través
de su vocero, el egipcio Ayman Zawahiri, exhortó a todos los musulmanes
a atacar las embajadas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia
y Noruega, y a sus intereses y su personal, a través de la cadena
de TV árabe Al Jazeera. En Palestina el panorama es aún peor,
día tras día recibimos noticias de atentados suicidas y continuas
represalias ordenadas por el Primer Ministro de Israel. Estados Unidos aumenta
su nivel de emergencia subiendo los colores a sus patéticas escalas.
Medio Oriente está en llamas, son llamas oscuras, llamas de odio
que los vientos de la Guerra, que pasaron como una ráfaga destructiva
sobre el suelo de Irak, hoy tratan de reunirse para hacer un gran incendio.
Este incendio no se detiene con decretos de alarma o con soldados armados,
a la llama del odio no la apagan las represalias, ni las detienen mayores
controles
esa llama se apaga con Justicia. El Estado de Derecho es
el único que puede salir a auxiliar esta situación. Los reclamos
de Palestina hacia Israel pueden resolverse fácilmente si se respetaran
las normas. Israel no debe avanzar sobre territorio Palestino, y esa violación
es de una evidencia incontrastable. Estados Unidos debe salir de Irak y
los responsables de la invasión deben ser juzgados, pues su ilegalidad
es de una evidencia más incontrastable que la señalada anteriormente.
Los países Árabes y demás países, agrupaciones
o grupos representativos que tengan que hacer sus reclamos por cuestiones
injustas, deben poder hacerlo a través de mecanismos legales
y
estos mecanismos deben ser creíbles y eficientes. Lamentablemente,
luego de la Segunda Guerra Mundial, se trató de construir un Orden
Internacional, pero no se trabajó para que los mecanismos de ese
orden funcionaran jurídica, y no políticamente. En alguna
nota anterior señalé que el escenario de las futuras guerras
debería ser el Estado de Derecho, y las bombas deberían ser
reemplazadas por Gruesos Expedientes. Todos sabemos que, a pesar de que
el Orden Internacional se rige por normas, su estructura es exclusivamente
política, y su independencia no pareció ser una norma que
fuera acatada por sus miembros y creída por el resto de la comunidad
internacional. La ONU había dado un paso muy importante al oponerse
al ataque de EEUU a Irak. Pero ello no era suficiente. Yo me quedé
perplejo cuando los veía reunidos a Kofi Hannan, Secretario General
de la ONU y Premio Nobel de la Paz, junto al Premier Británico, entre
cálidas sonrisas, tratando de resolver algo que no admitía
concesiones posibles, sino explícitas condenas. Si bien el Secretario
de Estado manifestó públicamente su posición frente
al conflicto, señalando que la invasión era ilegal, sus medidas
más tangibles fueron ordenar que se retirara el personal de Naciones
Unidas de Irak y esperar que el infierno terminara pronto. Yo me pregunto
¿Qué hacen las Naciones Unidas ahora, que toleran la presencia
de las fuerzas norteamericanas en un país soberano? ¿Acaso
su única preocupación está centrada en el programa
de Petróleo por Alimentos? ¿Quién les dijo a ellos
que los Irakíes quieren que ellos administren sus recursos para mitigar
sus males? Vuelvo a lo que señalé anteriormente, la ONU sigue
funcionando como un órgano político y no jurídico,
y en estos tiempos de odios y miserias, el mundo no necesita más
de la política que de la Justicia. Creo que la única salida
para que se consolide un Orden Internacional más justo es que la
ONU avance hacia un horizonte jurídico e imparcial, y que el orbe
político sea de cada uno de los Estados que lo integran, pero que
no se proyecte esta directriz en el Organo Internacional que los integra,
sino que subyazca a tenor del respeto de la legalidad. El Fin de la Política
ha dejado de ser la integración de ideas y pasiones hacia un fin
común, y se ha transformado en la superación del poder por
el poder mismo. El poder debería ser visto como el primer vicio de
la política y no como su fin último. Viéndolo de esa
forma, y creyendo fervientemente en esta premisa, aquellos que sean los
encargados de diseñar políticas en diversos ámbitos,
avizorarían mecanismos para evitar que ese vicio se propague en su
estructura, pues ese vicio es un cáncer que se expande rápidamente,
corrompiendo su vitalidad.
Todo el mundo está esperando respuestas, mientras las llamas del
odio, alimentan más y más llamas aisladas para consumir un
mundo que consideran viciado y enfermo. ¿Debemos esperar que esto
ocurra? ¿Somos tan frívolos e insensatos para creer que este
es un tema que no nos toca en lo personal? Estés donde estés,
quien seas el que esté leyendo esta nota, debes saber que tú
eres esencial para resolver este mal, tan solo indagando en qué aspectos
de tu vida personal, laboral o íntima, contribuyes a que las cosas
sean como son en este mundo que te ha tocado vivir, pues este cambio, ya
no es posible realizarlo a nivel estructural, sino luego de que el mal ha
sido hecho. Acordémonos de lo que tuvo que ocurrir en el mundo para
que un nuevo orden naciera. ¿Necesitamos otra catástrofe,
otra guerra? No, quizás las estructuras, como están planteadas,
necesiten ser derribadas para cambiar sus perspectivas. Pero no debemos
esperar a que estas se caigan por su propio peso o que alguien las derribe
para que empecemos a construir de nuevo sobre estas ruinas. Debemos cambiar
nosotros, cada uno de nosotros. Ser cautos, usar nuestra inteligencia para
juzgar lo que hacemos y saber que esa actitud, por más simple que
sea, lleva implícita una connotación trascendental.
LUIS VIRGILIO
21/05/03
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"LA ERA DEL TERROR" |
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Luis
Virgilio les desea
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Cuenta
la historia que un grupo de intelectuales de Buenos Aires se reunieron
en un café literario de la calle corrientes para crear un monstruo. |
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"Huevos
Poetas" |
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