Octavo
aniversario del atentado Amia
Hoy
se cumplen ocho años del atentado a la AMIA en Buenos Aires.
Luis Virgilio nos cuenta que ese día iba en bicicleta rumbo a
la Universidad y escuchó el estruendo y luego un sonido cada
vez más creciente de ambulancias. Cuando llegó a la universidad
le contaron lo que había pasado. En ese momento escribió
ese poema, que forma parte de su segundo libro de Poemas "Azul
Furia", nos pareció oportuno mostrarlo para evocar ese terrible
día.
NOCHES SIN LUZ
Allí, donde las noches caen como aves oscuras,
girando y girando.
Donde los otoños deshojan sus penas
llorando y llorando,
se tejen historias reñidas;
bagajes seniles de inciertos letargos,
donde un Dios desmembra su imagen
en rejas febriles
con disfraces alados.
Allí expelen audaces
las cruces su dogma.
Coranes sexuales
se ciñen versados;
y se vedan verdades inciertas,
-excrementos aislados,
rojos glaciales
de rosas ya muertas-
Y parecen los tiempos volcar sus arenas
en ciertas razones que atesoran secretos.
Y destierran allí las pasiones
que abren paso a ideales sedientos.
Y, te dejas ser;
Te dejas ser junto al mundo que gira y gira
demencial,
como tu rueda en la pendiente;
como aguas de orígenes inciertos,
cuajadas de llantos ya muertos
que disipan buscando
y encuentran viajando
ciertas y marinas muertes.
Y, se cae una alondra,
no en el suelo;
lo hace en el cielo
que político un castillo allí crea;
que solícito su afán desespera
buscando un lugar
entre nubes orfeas.
Y cuando llega la noche
y cae de a pedazos
sobre un pobre destino
no quedo,
alado.
Las lágrimas licúan hipócritas
un cierto sadismo
de tiempos vedados.
Y se ven volar paradigmas
como hojas de otoño,
buscando y buscando.
Y cantan los cielos,
heridos en nubes ocasas.
Se extienden millones de manos
pidiendo a los cielos
por ese mañana.
Amanece y amanece de nuevo
y aún las manos alzadas,
se derrumban junto a muros de historia
que infinitos polvos
levantan, levantan.
Y entre polvos de espesa existencia,
entre luces crecientes
y sombras ligeras;
se amelaza disipado
un canto de esperanzas;
se autoabofetea
ese hombre,
esa mutante existencia.
Y el tiempo cae y cae
de lejanas pendientes
Una corriente incierta y demente
que cree ser tiempo
y se aleja sonriente
navegando sobre mares de lágrimas
que creó al no ver
su empinada rompiente.
Sí, quizás no sepas de que te hablo.
Quizás seas mar y corriente.
Pero sé,
que allí, de donde yo te hablo;
es un lugar sin hadas ni duendes,
sin rosas amantes, ni lunas durmientes.
Allí, un lugar difícil de llegar,
difícil de volver.
Allí, donde no importa la oscuridad
pues nada hay que ver.
Allí es donde se anidan fanáticos
aquellos poderes.
Donde el hombre es lobo del hombre
en su ego incierto
de peces y redes.
Allí es donde todo termina,
donde empiezan las guerras,
la amorfa reñida
entre locos y cuerdos,
entre rejas y alas;
entre luces y sombras,
entre Santos y muertos.
Allí, un licuado existencial
que de rojo aligera,
de sangre y sangre,
de muerto esperma;
de fiel aborto
que vil se gesta.
Allí la rosa es la espina,
el llanto el dolor.
Allí se abren heridas
sobre muertas pieles
de las cuales
gusanos han de manar.
Allí la sed es salina,
el sosiego abismal.
Allí el día derrite.
Lava hirviente vomita un volcán.
Es la tierra de glotonas famelias,
donde las aves
parecen solo oscuras y disipadas sombras
sin madre luz.
Es donde escucho terrorista
la bomba estallida
en un saber sin saberes,
de cinceles y orfebres
que tallan un Dios.
Es donde escapo expiatorio,
esperando, esperando
el peso aligere
y mi existencia libere
de este desmoronado dolor.
Es donde tomo ese Dios,
ese becerro de oro.
Es donde lejos lo arrojo
de ésta cruel humanidad.
Es el cadalso de todos los tiempos
ese lugar.
Es donde las verdades triunfan inciertas
en el inexistente saber de su mal.
Es la noche de la que hablo;
no la de luna y estrellas,
no la de nostalgias, soñadores
y poetas.
Es de aquella frígida oscuridad.
LUIS VIRGILIO.
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